Cuando se habla de agricultura urbana, las primera imágenes que aparecen son las de jóvenes con barbas (o rastas), bicicletas (algunas plegables) y perros (niños, pocos). Tomates, lechugas y cebollas plantados en solares entre edificios, patios comunales y azoteas. Y también adjetivos como orgánico, saludable o, tirando de inglés, foodie.
Pero si hablamos de alimentar a la población mundial, los huertos urbanos y las poses para Instagram se quedan pequeños. Aunque las estimaciones respecto al crecimiento de habitantes en el planeta varían mucho dependiendo de las fuentes (la horquilla, según el estudio, va desde 7.400 a 9.900 millones de personas), en lo que coinciden es en el aumento porcentual de población urbana respecto al medio rural, pudiendo alcanzar para esa fecha, según Naciones Unidas, hasta un 66% del total. Este incremento plantea retos muy serios respecto a vivienda, transporte, suministro de energía, infraestructuras y, por supuesto, la producción de alimentos.
Después de varios proyectos frustrados por diversas causas, el primer edificio de Plantagon será construido en la ciudad sueca de Linköping. Y, aunque las dificultades que han encontrado hasta conseguir que su idea pueda materializarse, sus impulsores no se han desanimado. Más bien, como asegura Hassel, se han crecido antes los problemas: “Es verdad que está siendo difícil, porque nos estamos enfrentando las infraestructuras de las ciudades. Pero creemos que si nadie tiene el valor para intentarlo, no encontraremos la solución a tiempo”.